jueves, 13 de diciembre de 2007

VICENTE FOX QUEZADA

VICENTE FOX QUEZADA
Trayectoria empresarial con salto a la políticaSegundo de los nueve hijos tenidos por la vasca emigrada Mercedes Quesada Etxaide (nativa de la ciudad española de San Sebastián) y el ranchero descendiente de alemanes José Luis Fox Pont (quien poseía la nacionalidad estadounidense en el momento de nacer el niño), se crió con sus ocho hermanos en la hacienda familiar, el Rancho San Cristóbal, en el municipio de San Francisco del Rincón del estado de Guanajuato. Un entorno acomodado que, según su biografía oficial, no le impidió tomar contacto con los jornaleros del campo y los campesinos de los ejidos o parcelas comunales, la mayoría de los cuales estaban expuestos a sufrir privaciones y pobreza. Su formación escolar la recibió en centros religiosos de León, el Colegio La Salle y el Instituto Lux, regido por los jesuitas. Su acendrado catolicismo inculcado en familia le llevó a considerar el sacerdocio, pero en 1960, modulándose a los deseos de sus padres, inició la carrera de Administración de Empresas en la Universidad Iberoamericana (UIA) en México DF. Los malos resultados académicos frustraron su titulación, pero el muchacho lo compensó con una ética del trabajo y el triunfo personales. En 1964 abandonó la UIA y emprendió una fulgurante carrera profesional en la sucursal para México y Centroamérica de la multinacional Coca-Cola: empezando desde abajo, fue escalando puestos hasta convertirse en presidente de la división regional en 1975.
En 1972 contrajo matrimonio con una empleada subalterna de la empresa, Lilián de la Concha, con la que no tuvo descendencia biológica pero sí adoptó cuatro niños en la siguiente década: Ana Cristina, Paulina, Vicente y Rodrigo. Consciente de su pobre currículum académico, completó un diploma en Alta Gerencia de Empresas impartido por la Escuela de Negocios de la Universidad de Harvard y en 1979 abandonó Coca-Cola para dedicarse a los negocios privados, primero como agricultor y luego como patrono del Grupo Fox, una sociedad de empresas de agroalimentación para el consumo nacional, exportación de verduras congeladas, piensos para animales y calzado de estilo vaquero. Sus éxitos empresariales le abrieron las puertas de la Cámara de Comercio Mexicano-Americana, donde fungió de consejero, y la Asociación de Industriales del Estado de Guanajuato, de la que fue elegido vicepresidente. Desde mediados de los años ochenta Fox mostró un interés creciente en el desarrollo social y cultural de su estado. Entre otras actividades, fundó el Patronato de la Casa Cuna Amigo Daniel, dedicado a la acogida de huérfanos, y promovió el Patronato Educativo Loyola y las actividades lectivas del Instituto Lux de León, su antiguo colegio de secundaria. Su entrada en la política profesional arranca formalmente en 1988.
El 1 de marzo de ese año ingresó en el Partido Acción Nacional (PAN), formación de la derecha católica que remontaba su fundación a 1939 y cuyo actual presidente era Luis Héctor Álvarez Álvarez. Bien representada entre los terratenientes, la burguesía industrial y las clases acomodadas urbanas, durante medio siglo el PAN había sido la única fuerza de oposición digna de llevar ese nombre frente al hegemónico Partido Revolucionario Institucional (PRI). El empresario fue nombrado secretario de Finanzas del Comité Directivo Estatal del PAN en Guanajuato y en las elecciones generales del 6 de julio salió elegido diputado federal por el Tercer Distrito de León, mandato que desempeñó hasta el final de la legislatura trienal en 1991 y en el curso de la cual coordinó las Comisiones Agropecuarias de su grupo parlamentario. Su mentor político y candidato panista ampliamente derrotado en las presidenciales, Manuel de Jesús Clouthier del Rincón, le incluyó como secretario del Ramo Agropecuario en su gabinete alternativo al Gobierno priísta de Carlos Salinas de Gortari, una suerte de ejecutivo paralelo de oposición meramente nominal, según el modelo anglosajón del shadow cabinet. La muerte de Clouthier en un accidente de tráfico el 1 de octubre 1989 probablemente galvanizó el activismo político de Fox. El 18 de agosto de 1991 el antiguo gerente de Coca-Cola perdió las elecciones a gobernador de Guanajuato frente al hombre del PRI, Ramón Aguirre Velázquez, pero no sin denunciar fraude y atizar unas protestas populares que consiguieron frustrar la toma de posesión de su adversario (el presidente Salinas, para aquietar los ánimos, aceptó que el Congreso del estado invistiera gobernador interino al alcalde panista de León, Carlos Medina Plascencia). En la siguiente edición, el 28 de mayo de 1995, Fox batió al priísta Ignacio Vázquez Torres con el 58% de los sufragios. Aupado el 26 de junio siguiente al mando de uno de los cuatro estados (de los 31 que integran México, más el Distrito Federal) entonces controlados por el PAN, Fox combinó las críticas durísimas al Gobierno federal, pilotado por Ernesto Zedillo Ponce de León desde diciembre de 1994, con una gestión de corte liberal y modernizadora, centrada en el desarrollo de la educación, el incentivo de la actividad empresarial privada y la atracción de inversiones foráneas, generando un notable crecimiento económico. Aunque estaba en minoría parlamentaria, Fox pudo gobernar con estabilidad gracias a una serie de pactos suscritos con la oposición. Ya en 1997 manifestó su aspiración de postularse a la Presidencia de la República (habilitada para él desde la reforma constitucional de 1993, que levantó la prohibición de optar al puesto a los hijos de mexicanos no nativos). El 10 de julio de 1999 anunció formalmente su candidatura y el 7 de agosto siguiente cesó como gobernador de Guanajuato; finalmente, tras imponerse sin oposición el 12 de septiembre en las elecciones internas del PAN, la nominación de Fox fue proclamada el 14 de noviembre. La automarginación en todo el proceso del candidato presidencial del PAN en 1994 y uno de los máximos dirigentes del partido, Diego Fernández de Cevallos, suscitó comentarios sobre una falta de unanimidad entre los panistas en torno a la figura de Fox y sus métodos heterodoxos para la captación de votos.
Personalización de la alternativa panista al PRIEn la intensa campaña de las elecciones del 2 de julio de 2000, unánimemente consideradas las más cruciales en la historia del país, luego de 71 años de hegemonía y predominio del PRI, al plantearse una posibilidad seria de recambio político gracias a las decisivas reformas en el sistema impulsadas por Zedillo, Fox explotó su imagen de panista atípico, con unos tonos populistas, un estilo directo y una virulencia verbal en las críticas a sus contrarios que no se ajustaban al perfil del conservador tradicional. Su candidatura fue respaldada y promovida por activistas de la sociedad civil agrupados en una Asociación de Amigos de Fox, cuya militancia heterogénea rebasaba el marco partidista del PAN al integrar a diversos colectivos comprometidos con el final de la hegemonía del PRI, como antiguos compañeros de la Coca-Cola y la universidad, intelectuales, amas de casa, trabajadores y empresarios, esto es, una importante representación de las clases bajas, medias y medias-altas, con un fuerte componente urbano. Esta asociación foxista, fórmula novedosa en la mercadotecnia electoral mexicana, funcionó de hecho como una estructura paralela a la oficial del PAN, lo que no dejó de levantar alguna suspicacia en el todavía partido opositor.
A medida que se confirmaban las posibilidades de victoria de Fox sobre el candidato oficialista, Francisco Labastida Ochoa, la maquinaria del PRI multiplicó las descalificaciones personales en torno a su supuesta financiación por donantes bajo sospecha y su porte de vaquero tosco e insuficientemente familiarizado con la cosa pública federal; nunca falto de pugnacidad, Fox contraatacó con llamamientos a sepultar la "dictadura priísta", mientras que los oficiales de la campaña incidieron en sus virtudes de hombre honesto, sincero y transparente. Para avalar esta cualidad de intachable, Fox publicó las cuentas de su patrimonio personal. Por otra parte, Fox propuso al tercer candidato importante, Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, ex alcalde de Ciudad de México y líder del centroizquierdista Partido de la Revolución Democrática (PRD), un pacto de renuncia con el objeto de concentrar en él todo el voto opositor; Cárdenas rechazó la petición y confirmó que iba a participar en la lid, pero ello no fue óbice para que la candidatura del panista continuara engrosando las adhesiones de renombrados intelectuales y simpatizantes del PRD e incluso de sectores críticos del PRI. Como organización, el PAN formó con el Partido Verde Ecologista de México (PVEM) una Alianza por el Cambio por la que también expresó interés el Partido Auténtico de la Revolución Mexicana (PARM). Esta formación, hasta 1988 un mero satélite del PRI, no llegó a integrarse en la Alianza por el Cambio, pero su aspirante presidencial, Porfirio Muñoz Ledo, antiguo priísta y luego cofundador del PRD, declinó candidatear y solicitó el voto por Fox. Días antes de la jornada electoral, que coincidía con el quincuagésimo octavo cumpleaños de Fox, la oposición denunció algunas irregularidades, como el intento de compra de votos por oficiales del PRI que al parecer no eran capaces de enterrar esta práctica proverbial. Las encuestas vaticinaban un virtual empate técnico entre Fox y Labastida. Sin embargo, con una participación del 64%, el panista resultó rotundo vencedor con un inesperado 42,5% de los votos, seguido por Labastida con el 36,1% y por Cárdenas con el 16,6%. Fox fue el candidato más votado en 20 de las 32 entidades federativas, inclusive el DF, baluarte del perredismo, donde le sacó 800.000 papeletas de ventaja a Cárdenas, y, por supuesto, Guanajuato, donde arrasó con el 60,8% de los votos. Conforme al procedimiento establecido, el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TRIFE) proclamó oficialmente a Fox presidente electo de México el 2 de agosto. Superando sus previsiones en las legislativas, la Alianza por el Cambio se alzó con una simbólica mayoría simple en la Cámara de Diputados, donde ganó 221 de los 500 escaños con el 38,3% de los votos (si bien el PRI le arrebató al PAN la primacía en la liza individual de partidos con una ventaja de cinco escaños y 211 en total). El partido de Fox venció igualmente en los comicios a los dos gobiernos estatales en juego, Guanajuato, que retuvo, y Morelos, que conquistó, siendo los nuevos gobernadores Juan Carlos Romero Hicks y Sergio Alberto Estrada Cajigal, respectivamente. Ahora bien, en el Senado federal de 128 miembros el PRI siguió ostentando una sensible mayoría, de 60 escaños, seguido por el PAN con 51 senadores. La mayoría simple en la Cámara baja y la minoría en la Cámara alta entrañaban para el PAN la obligatoriedad de pactar con el PRI la aprobación de las reformas legales prometidas por Fox, muchas de las cuales requerían reformar la Constitución. Al parecer, una parte significativa del triunfo de Fox descansó en la captación del voto útil para desalojar al PRI del poder de electores que a priori estaban más próximos al PRD, lo que explicaría el pobre resultado cosechado por Cárdenas. En cualquier caso, las elecciones reflejaron la decidida apuesta por el cambio de la gran mayoría de los mexicanos. El histórico resultado no tardó en ser reconocido por el PRI y Zedillo, que llamó a sus huestes a realizar una transición ordenada y que ofreció toda su colaboración al presidente electo, con quien sostuvo un primer encuentro en la jornada poselectoral. Fox recibió mensajes de felicitación de todo el mundo y anunció la formación de un "gobierno de transición, plural e incluyente". 3. Propuestas de Gobierno para una mudanza histórica Ubicado según él en el "centro izquierda ligero", y en cualquier caso en el ala menos conservadora del PAN, el político guanajuatense llegó al poder con la promesa de acometer una ambiciosa y radical reforma del Estado, la economía y la sociedad mexicanos, para subsanar las rémoras y déficits democráticos tras 71 años de gobierno ininterrumpido del PRI. Una tarea formidable en la que, él mismo lo reconoció, iba a encontrar múltiples dificultades. El mandatario electo propuso un "desarrollo económico con rostro humano", no sometido a los dictados neoliberales, que asegurara un crecimiento equilibrado y sostenido del PIB, del 5% al 7% anual, que concediera oportunidades a la iniciativa empresarial, a la inversión extranjera y al ahorro privado como instrumentos generadores de empleo, precisando la meta de crear 1.300.000 puestos de trabajo hasta 2006, y que favoreciera el acceso de las extensísimas capas empobrecidas (alrededor de 45 millones de mexicanos sobre una población total de 98 millones) a la muy desigualmente repartida riqueza nacional. Fox contemplaba reformas estructurales que mejorasen la competitividad de la economía, aunque en la campaña desmintió que fuera a privatizar íntegramente Petróleos Mexicanos (PEMEX, el emblemático monopolio del sector energético, que ya había segmentado sus actividades y cedido algunas sucursales al capital privado en régimen de franquicias) y la Comisión Federal de Electricidad (CFE). Éstas eran las últimas ramas productivas que quedaban en manos del Estado luego de una década de privatizaciones intensivas realizadas por las administraciones salinista y zedillista. Su agenda incluía otras máximas preocupaciones sociales, como la corrupción generalizada, el narcotráfico, el crimen organizado y la delincuencia común, lacras todas ellas que prometió combatir con implacabilidad. Su compromiso de democratizar y vigorizar la vida social mexicana se fundamentaba en una profunda reforma educativa, la profesionalización de las administraciones públicas, medidas para asegurar el federalismo y el equilibrio de poderes del Estado (empezando por una limitación de la todopoderosa institución presidencial), y el impulso de la participación de la sociedad civil sin exclusiones flagrantes, para lo que propuso introducir en la Carta Magna las figuras del plebiscito y el referéndum. Todavía en esta línea, Fox ofreció una Comisión de Transparencia para investigar los magnicidios y otros graves abusos cometidos en las últimas décadas, en particular la brutal represión estudiantil de 1968 bajo la presidencia del autoritario Gustavo Díaz Ordaz. Con respecto al conflicto armado en Chiapas, que se hallaba estancado en su reconducción negociada desde febrero de 1996 (cuando se firmaron los luego no aplicados Acuerdos de San Andrés sobre Derechos y Cultura Indígenas), Fox se declaró dispuesto a llegar a un arreglo que pasaría por una reunión personal y sin intermediarios con los dirigentes del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) y la concesión de autonomía efectiva a las comunidades indígenas.
La inclusión en el Gabinete de personalidades con trayectorias y talantes ideológicos dispares (tecnócratas sin filiación política, hombres de negocios, antiguos colaboradores personales, intelectuales de izquierda y –los menos- oficiales del PAN) perseguía evitar una "simbiosis abusiva" entre el partido del presidente y su Gobierno. Fox estaba muy interesado en transmitir a la ciudadanía que rompía con el corporativismo del que tanto habían abusado los priístas, y alardeó de un "gabinetazo" pensado para durar incólume todo el sexenio. Al día siguiente de asumir el cargo, Fox ordenó el principio de la retirada del Ejército de Chiapas (donde se hizo con la gobernación el independiente Pablo Salazar Mendiguchía con el respaldo de todos los partidos salvo el PRI), anunció el envío inmediato al Congreso del proyecto de ley sobre Derechos y Cultura Indígenas elaborado por la Comisión Parlamentaria de Concordia y Pacificación (COCOPA) y firmó en Oaxaca con la alta comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Mary Robinson, un acuerdo por el que Estado mexicano se comprometía a respetar y proteger las libertades y los derechos fundamentales. También, se comprometió a facilitar la puesta en libertad de los presos del EZLN.
Este conjunto de iniciativas satisfizo las demandas de la guerrilla, que sin más dilación aceptó volver a la mesa de diálogo. Ahora bien, para enero de 2001 las previsiones optimistas sobre el pronto desenlace negociado del conflicto chiapaneco ya eran cuestionadas por la negativa de diputados de todos los partidos, el PAN inclusive, a aprobar el texto de la COCOPA a menos que se introdujeran en él enmiendas y correcciones en un sentido más restrictivo de las demandas de los neozapatistas.
Para Fox y el secretario de Hacienda y Crédito Público, Francisco Gil Díaz, era absolutamente prioritaria la reforma del sistema fiscal, uno de los menos recaudatorios de América Latina, consistente, entre otros puntos, en la aplicación de un Impuesto al Valor Agregado (IVA) único del 15% a los alimentos y los medicamentos con el fin de aportar a las arcas públicas 14.000 millones de dólares suplementarios hasta 2006 y así aliviar los compromisos derivados de las deudas del Estado, que entre montantes internos y externos alcanzaban los 150.000 millones de dólares. La necesidad era tanto más perentoria cuanto que la renta petrolera estaba achicándose y el nivel de ingresos fiscales estaba muy lejos del exhibido por las economías más desarrolladas de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), de la que México era miembro.
Las imputaciones de falta de liderazgo, inconsistencia en los diversos frentes de actuación gubernamental, propensión a la verborrea, excesiva dedicación a las cuestiones internacionales y, sobre todo, de no cumplir con lo prometido, siguieron lloviendo a lo largo de 2002.
Fox sufría presiones desde dos frentes antagónicos: la empresa privada y los sectores políticos más conservadores de su propio partido le instaban a que avanzara sin remilgos por la senda de las reformas estructurales; al contrario, las izquierdas y los movimientos sociales le advertían contra la "tentación" de arrojarse a los brazos del "neoliberalismo". A la sensación de debilidad del foxismo contribuían las divergencias ventiladas en el seno del Ejecutivo, sobre todo en materia de política exterior. El presidente del Comité Ejecutivo Nacional (CEN) del PAN, Luis Felipe Bravo Mena, mantenía un apoyo crítico al jefe del Estado. A mayor abundamiento, el PVEM, por decisión de su nuevo líder, Jorge Emilio González Martínez, declaró rota la alianza con el PAN el mismo día, el 1 de septiembre de 2001, en que Fox dio cuenta al Congreso de su primer Informe de Gobierno. Los verdes, que andaban molestos por su marginación de las tareas gubernamentales, se sumaron al coro de reproches de todo el arco político opositor por la ausencia, a su entender, del cambio general prometido por la plataforma foxista. El 2 de julio de 2001, coincidiendo con su 59 cumpleaños y el primer aniversario de su victoria electoral, el presidente mexicano contrajo matrimonio civil por sorpresa y en la más absoluta intimidad con una estrecha colaboradora desde que llegara al Gobierno de Guanajuato en 1995 así como militante activa del PAN desde 1988, Marta María Sahagún Jiménez, su secretaria de prensa en la campaña presidencial y que últimamente se había desempeñado como coordinadora general de Comunicación Social y portavoz de la Presidencia. Fueron las segundas nupcias para los dos contrayentes: Sahagún, madre de tres hijos, Manuel, Jorge y Fernando, había obtenido en 2000 la nulidad de su primer matrimonio civil con el médico veterinario Manuel Bribiesca Godoy (a su vez hijo del que fuera diputado federal panista Manuel Bribiesca Castrejón), mientras que Fox estaba divorciado de Lilián de la Concha desde 1991. Según medios locales, la intención del ferviente católico que era Fox había sido obtener también la anulación de su matrimonio religioso, pero ante la negativa de la autoridad eclesiástica optó por formalizar su relación con Sahagún por lo civil. 6. Complicadas relaciones con Estados Unidos: seguridad frente a inmigraciónEl nombramiento por Fox como secretario de Relaciones Exteriores del intelectual Jorge Germán Castañeda Gutman, hijo del también canciller (1979-1982) Jorge Castañeda y Álvarez de la Rosa, con un pasado de militante comunista y asesor del PRD, significó una histórica reorientación de la política exterior mexicana. Con la plena aquiescencia del presidente, Castañeda impuso una línea diplomática nueva basada en dos grandes ejes. En primer lugar, México debía estrechar sus relaciones con Estados Unidos con los objetivos prioritarios de avanzar en la integración del TLCAN, permitiendo la libre circulación de trabajadores y adoptando mecanismos de cohesión para reducir las profundas diferencias sociales y regionales entre los estados socios, y, ya en el plano puramente bilateral, alcanzar un acuerdo migratorio para aumentar el cupo anual de trabajadores temporeros y otorgar fórmulas de regularización, como el permiso de residencia permanente, a los tres millones y medio de inmigrantes mexicanos que vivían en Estados Unidos de manera ilegal y sin amparo jurídico, pero que enviaban a casa remesas anuales por valor de 8.000 millones de dólares. En segundo lugar, el país debía intensificar la participación en los foros internacionales multilaterales y arrinconar la doctrina tradicional, aplicada escrupulosamente por el PRI –aunque la Administración de Zedillo ya había introducido algunas matizaciones-, consistente en el respeto de la soberanía nacional de los estados y la no injerencia, evitando incluso toda declaración valorativa, en sus asuntos internos.
Al poco de convertirse en la señora de Fox, Sahagún puso en marcha una fundación, Vamos México, dedicada a captar y canalizar fondos para combatir la pobreza, actividad filantrópica que magnificó su proyección mediática. La polémica no se hizo esperar, ya que Vamos México fue acusado desde medios políticos y periodísticos de opacidad en el origen y el manejo de sus cuantiosas donaciones, de realizar un proselitismo encubierto a favor de nuevos movimientos católicos como los Legionarios de Cristo, de ideas religiosas profundamente conservadoras, y, sobre todo, de servir de plataforma promocional de las ambiciones políticas de la fundadora. En enero de 2004 Sahagún dio la campanada al admitir implícitamente que le gustaría postularse para la candidatura presidencial del partido en 2006 porque era "una mujer de firmes convicciones y profundos compromisos", aunque matizó: "En política todo tiene su tiempo (…) mi proyecto ideológico es el del PAN y mi proyecto político es el del presidente, y creo que Acción Nacional garantiza el cauce institucional para poder continuar esta política". Un mes más tarde, ante el revuelo generado por sus palabras, la primera dama anunció su renuncia a obtener un asiento en el Consejo Nacional del PAN y a dedicar "un solo minuto a hacer trabajo político partidista". En lo sucesivo, continuaba el comunicado, iba a "concentrarse totalmente en el trabajo social y a brindar todo su apoyo al proyecto de nación que encabeza el presidente Vicente Fox". Sin embargo, esta ambigua retractación no convenció a quienes, también dentro del PAN, opinaban que la eventual candidatura presidencial de Sahagún, de materializarse y triunfar, daría lugar a una especie de reelección encubierta de Fox. La advertencia más seria desde las filas propias se produjo el 5 de julio con la dimisión de Alfonso Durazo Montaño, un antiguo priísta que llevaba la Secretaría Particular del presidente y englobaba las funciones de la Coordinación General de Comunicación Social y la Portavocía de la Presidencia. El hasta ahora brazo derecho de Fox en Los Pinos declaró que México estaba listo para tener una mujer presidenta, pero no si ésta era la esposa del titular en ejercicio, ya que tal proceder supondría un retorno al "molde" de la "vieja cultura política" priísta, es decir, al célebre dedazo. La reacción de Fox ante este aldabonazo fue hacer un anuncio terminante: en diciembre de 2006 él y su esposa abandonarían la política y se retirarían a su rancho San Cristóbal. Las aparentes ambiciones de Marta Sahagún quedaban, por tanto, sepultadas, aunque Fox no dejó de expresar su enfado por la extracción, en su opinión, de conclusiones precipitadas sobre el activismo político de su esposa.
El 12 de julio, para zanjar las últimas dudas, Sahagún negó pública y taxativamente que pretendiera contender por la Presidencia. Hasta el final del mandato de su esposo, Sahagún siguió dando que hablar, e involucrando tangencialmente al presidente en sus vicisitudes, con la demanda por daños morales que presentó contra la revista Proceso y la periodista argentina Olga Wornat a raíz de la publicación de unos datos privados sobre la vida con su primer marido, y con su encendida defensa de la honorabilidad de sus tres hijos empresarios, los hermanos Bribiesca, a los que la Cámara de Diputados investigó por un presunto tráfico de influencias, con trato preferente de organismos públicos, que les habría permitido cerrar negocios de lo más lucrativos. Por otro lado, en febrero de 2005 ella consiguió de la autoridad eclesiástica la nulidad de su matrimonio religioso tras presentar un alegato de maltrato conyugal. La pareja seguía firmemente decidida a bendecir su matrimonio civil en los altares, pero antes él debía ganar la demanda de anulación de su casamiento religioso con Lilián de la Concha, que seguía en el Tribunal de la Rota Romana. 9. La lucha contra el crimen, el conflicto político por el desafuero de López Obrador y la Ley TelevisaEn febrero de 2005 el país conoció la escandalosa detención de un alto funcionario del estado mayor presidencial, Nahúm Acosta Lugo, coordinador de Giras Presidenciales, acusado de entregar a una banda de narcotraficantes información confidencial sobre los viajes de Fox de cuya logística él se encargaba. La red tentacular de las organizaciones criminales seguía alcanzando a las instituciones y las fuerzas públicas del orden, y su capacidad para cometer delitos y engendrar violencia continuaba siendo muy elevada pese a los éxitos reportados por la Secretaría de Seguridad Pública (SSP), ministerio del Gobierno creado por Fox, en la lucha contra las bandas especializadas en secuestros y los cárteles de la droga.
Las controvertidas votaciones de 2006 y revuelta en OaxacaEn octubre de 2005 Fox vio cómo su precandidato preferido aunque no declarado, Santiago Creel, era batido contra pronóstico en la elección primaria panista por el hasta hacía poco secretario de Energía y anteriormente director del Banco Nacional de Obras y Servicios Públicos (BANOBRAS), Felipe Calderón Hinojosa, un abogado de perfil tecnocrático que entre 1996 y 1999 había presidido el CEN. Fox felicitó a un hombre que, sin embargo, ni procedía de su círculo de allegados ni tenía mucho que ver con él en idiosincrasia y trayectoria por tratarse de un abogado y militante comprometido desde la más tierna juventud y un hombre del aparato panista. A estas alturas de su recorrido, el presidente tenía a sus espaldas una larga lista de personas a las que había decepcionado y que le habían abandonado: el líder ecologista Jorge Emilio González, el canciller Jorge Castañeda, el consejero de seguridad nacional y embajador ante la ONU Adolfo Aguilar Zínser (quien falleció en un accidente de tráfico en junio de este año), el supersecretario Alfonso Durazo y, por último, Porfirio Muñoz Ledo, que había servido de embajador ante la Unión Europea antes de volver al regazo del PRD. Calderón mismo concibió una campaña electoral en la que marcaba ciertas distancias del período foxista e incidía en aquellos aspectos de su gestión que el pueblo consideraba fallidos. Así, el candidato panista proponía obtener un crecimiento económico robusto, superando con creces el mediocre 2,3% de promedio registrado en el sexenio (el 0,6% los tres primeros años, a los que 2004 había seguido con una tasa superior al 4%); la creación de empleo productivo (si bien ahora mismo, gracias al relanzamiento económico, se estaban generando masivamente puestos de trabajo); un modelo de desarrollo humano equitativo e incompatible con las grandes bolsas de pobreza, que fuera mucho más allá de los tímidos avances realizados por el Gobierno saliente, sobre todo en el segmento de la pobreza extrema; y, un entorno de mayor seguridad frente a los zarpazos de la criminalidad. Por otro lado, el legado más positivo de Fox en el terreno de la macroeconomía (inflación reducida al mínimo, proximidad al equilibrio presupuestario, fortaleza cambiaria del peso, manejo eficiente de la deuda externa, nivel de riesgo-país históricamente bajo y reservas internacionales en el máximo, también histórico, de los 73.000 millones de dólares), que tenía mucho que ver con la escalada alcista de los precios del petróleo, sí centraba las promesas de continuidad. No por rechazar el político michoacano una imagen meramente seguidista de su correligionario saliente dejó de deslizar Fox sus lógicas preferencias electorales en una campaña caracterizada por la confrontación ideológica y los agresivos ataques que se lanzaron los tres principales contendientes: el conservador Calderón, el izquierdista López Obrador, quien esgrimió un discurso sumamente radicalizado, y, representando teóricamente el centro, el priísta Roberto Madrazo Pintado. Las elecciones eran el 2 julio y todas las encuestas vaticinaban un torneo extraordinariamente reñido entre el panista y el candidato de la coalición Por el Bien de Todos. Tres días antes de la cita con las urnas Fox perdió a su anciana madre, doña Mercedes Quesada, fallecida a los 86 años en su rancho San Cristóbal. El 6 de julio, tras cuatro agitados días en los que Calderón y López Obrador se proclamaron vencedores, el IFE publicó unos resultados oficiales del escrutinio que daban la victoria al primero por sólo seis décimas. La reacción del perredista fue denunciar un fraude masivo, reclamar un recuento pormenorizado de los votos e impugnar ante el TRIFE. La contención verbal que Fox había adoptado durante la campaña y en los primeros días de la crisis poselectoral tocó a su fin el 10 de julio, luego de tacharle López Obrador de "traidor a la democracia" por, en su opinión, haber beneficiado a Calderón con un descarado favoritismo institucional y la movilización de los recursos del Estado. La afirmación fue realizada en el acto de lanzamiento en el Zócalo de la Ciudad de México de una multitudinaria campaña nacional de protestas que pronto reclamó la condición de "resistencia civil pacífica". Ahora, galvanizado por los informes de las misiones de monitores electorales de la OEA, la ONU, la UE y otras organizaciones, los cuales ratificaban la limpieza de los comicios y la solidez de las instituciones electorales mexicanas, Fox afirmó en León que por más que hubiera "renegados" la nación seguía "avanzando". La implicación de Fox en la gresca poselectoral se hizo más vehemente a finales de agosto, poco antes de terminar el TRIFE un recuento parcial que había concedido a López Obrador y cuyo resultado, pese a declarar nulas más de 200.000 papeletas, no alteró la condición de Calderón de presidente electo, eso sí, de manera tan sólo oficiosa, ya que la proclamación oficial aún no se había producido. Con todo, Fox no se privó de manifestar que el antiguo ministro era el "claro ganador" y que su archienemigo declarado era libre de decir "cualquier cosa" que se le ocurriera, incluso "tonterías", puesto que en México "ya no hay represión, ya no hay autoritarismo". El mandatario se afanó en minimizar la protesta del popularmente llamado Peje, que según él se reducía "a una calle del país". El 1 de septiembre la tensión política subió de grado al ocupar un grupo de diputados del PRD la tribuna del Palacio Legislativo de San Lázaro, impidiendo a Fox pronunciar el discurso político de su sexto y último Informe de Gobierno. Los diputados, rodeados de carteles en los que se tachaba a Fox de traidor a la democracia, justificaron su boicot al entender que el dispositivo militar que rodeaba el Congreso para impedir que los seguidores de López Obrador se acercaran al edificio suponía una "suspensión de las garantías constitucionales". El insólito incidente obligó al presidente a dirigir su mensaje televisado desde su despacho en Los Pinos. Cuatro días después, trascurridos dos meses desde las elecciones, el TRIFE declaró presidente electo a Calderón, pero el desenlace judicial no puso término al conflicto; al contrario, López Obrador, el 16 de septiembre, se hizo aclamar en el Zócalo por cientos de miles de partidarios "presidente legítimo de México", gesto de desafío frontal a las instituciones al que siguió el 20 de noviembre, 11 días antes de la transmisión del mando entre Fox y Calderón, otra multitudinaria ceremonia de jura y toma de posesión. El Gobierno federal no impidió al PRD realizar sus demostraciones de fuerza popular y sus actos de rebeldía institucional en el corazón histórico de una megalópolis cuyo ejecutivo municipal estaba en manos de la formación izquierdista, lo que permitió a la protesta desarrollarse por unos cauces, no obstante lo excitado y caldeado de los ánimos, esencialmente pacíficos. Fox no iba a poder resolver este cisma político y social sin precedentes antes de marcharse a Guanajuato, pero por lo menos confiaba en que no estallara la violencia.
Sin duda, el presidente pensaba que el desafío de López Obrador, que no contaba con ningún reconocimiento exterior, se iría desinflando con el tiempo. Ahora mismo, tanta o más preocupación que las heridas abiertas por las elecciones presidenciales causaba el conflicto instalado en el estado sureño de Oaxaca, donde lo comenzado el 22 de mayo como una huelga de maestros afiliados al Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) en demanda de mejoras salariales había desembocado en una revuelta popular contra la gestión del gobernador, el priísta Ulises Ernesto Ruiz Ortiz, acusado de corrupto y autoritario, y contra el crónico panorama de pobreza, marginación y represión de los colectivos obreros, campesinos e indígenas. Las reclamaciones laborales, políticas y sociales estaban siendo canalizadas desde junio por una denominada Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO), movimiento que se erigió en un contrapoder institucional y que hizo de la dimisión de Ruiz la primera de sus exigencias. En las elecciones federales en Oaxaca, el PRI fue contundentemente derrotado por el PRD, del que la APPO se proclamaba independiente pero con el que mantenía obvias afinidades y mutuas simpatías. La adopción por la APPO de métodos insurreccionales con manifestaciones de violencia arbitraria –sabotajes urbanos, bloqueos viarios, ocupaciones de edificios oficiales y de emisoras de radio y televisión, piquetes intimidatorios, brigadas de choque para enfrentarse a las fuerzas del orden-, la cerrazón del gobernador, que movilizó dispositivos parapoliciales propensos a disparar -pero al que sin embargo apoyaba una parte de la población-, y la negligencia de las autoridades federales, al principio ensimismadas con las elecciones federales, dificultaron grandemente la eficacia de unas mesas de diálogo tripartitas destinadas a dar una salida pacífica al conflicto oaxaqueño.
A finales de octubre, Fox, en respuesta a la demanda del gobernador y venciendo ciertas vacilaciones, ya que temía el baldón, ahora que estaba a punto de dejar la Presidencia, de un baño de sangre, dio orden a la Policía Federal Preventiva (PFP) de intervenir en Oaxaca para arrebatar el control de la ciudad a la APPO. Las fuerzas federales, con el respaldo de parte de los paisanos, lograron su objetivo tras repeler a las brigadas appistas que les salieron al encuentro. Los crudos enfrentamientos se saldaron con varias decenas de heridos y, según la Secretaría de Gobernación, ninguna víctima mortal, si bien la APPO cifró en alrededor de una veintena los muertos habidos en sus filas desde el comienzo de la algarada. 11. Entrega del testigo a Calderón y actividades postpresidenciales En vísperas del final de su mandato, Fox, según indicaban los sondeos, había recuperado un alto nivel de aceptación entre los ciudadanos y parecía decidido a mantener esa buena imagen hasta el último minuto, según se desprendía de la proliferación de mensajes promocionales de su gestión en los medios audiovisuales con cargo a los fondos del Estado. La vasta operación de relaciones públicas y de abrillantado de imagen explotó a fondo la Internet, donde una serie de webs daba cuenta al detalle de las actividades, viajes y declaraciones del presidente, y hacía balance de los "grandes logros" y las "buenas noticias" producidos en cuatro áreas de acción, a saber: "crecimiento con calidad", "desarrollo humano y social", "orden y respeto", y "buen gobierno". Una encuesta publicada por el diario El Universal el 30 de noviembre revelaba que entre el 68% y el 53% de los mexicanos desaprobaba el manejo por Fox del conflicto de Oaxaca, la lucha contra la delincuencia, el desempleo, las relaciones con Estados Unidos y las relaciones con el Congreso. También eran más quienes pensaban que el presidente había mostrado escasa capacidad y un liderazgo débil a la hora de confrontar los problemas del país. Pero, paradójicamente, el mandatario gozaba de un alto nivel de valoración y respeto por su personalidad y talante, ya que se le tenía por un estadista bienintencionado, que había mostrado un deseo de cumplir, más allá de lo hecho y lo no hecho, y comprometido con las libertades democráticas. Los encuestados valoraban positivamente la estabilidad económica, pese a su limitado fuelle, y realizaciones sociales como el programa Oportunidades, implementado por la Secretaría de Desarrollo Social (SEDESOL) y dirigido a combatir la pobreza, y el Seguro Popular, introducido por el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) y basado en la aportación de cuotas por los beneficiarios de la cobertura sanitaria. En las últimas horas de su mandato, Fox declaró que en el país había "mucho ruido" generado por "unos pocos que acaparan los medios de comunicación", pero que al mismo tiempo existía una "mayoría silenciosa que quiere que México esté en paz y en tranquilidad". Se refería al anunciado boicot por el PRD de la ceremonia de toma de posesión de Calderón en San Lázaro el 1 de diciembre, la cual finalmente pudo realizarse, pero en medio de una tensa barahúnda, que deslució el acto y obligó a alterar el protocolo. Tal como había prometido, Fox regresó al rancho San Cristóbal para vivir allí junto con su familia, pero no por ello dejó de desempeñar un rol público. El 12 de enero de 2007 el ex presidente anunció en Phoenix, Arizona, en la reunión anual de la consultora de vivienda National Multi Housing Council (NMHC), la construcción en San Francisco del Rincón, en unos terrenos próximos a su hacienda, del Centro Fox, un ambicioso complejo de dependencias, al estilo de las presidencial libraries de los ex mandatarios de Estados Unidos, que constaría de centro de estudios, biblioteca y museo. La institución nacía con el propósito de "administrar y operar un foro académico y un centro de estudios de las experiencias de la democracia en México y el mundo", "construir una memoria bibliográfica, museográfica y cultural de las obras, acciones y políticas públicas que han sido exitosas en nuestro país", y "transparentar el quehacer de la administración del licenciado Vicente Fox Quesada". Fox precisó que su centro de estudios se financiaría exclusivamente con fondos privados. En relación con este punto, en septiembre de 2007, mientras el ex mandatario se hallaba en Roma para recibir el nombramiento de copresidente de la Internacional Demócrata Centrista (IDC), la prensa mexicana se hizo eco del estilo de vida ostentoso que el matrimonio Fox llevaba en el rancho San Cristóbal, el cual había incorporado al predio una piscina, un lago artificial, bungalows y primorosos jardines. Al mostrar, orgulloso y sonriente, su hacienda renovada a los reporteros de la revista Quién, Fox dio pábulo a interrogantes sobre si los emolumentos oficiales cobrados como presidente en ejercicio y su actual pensión darían como para costear estas nuevas comodidades. Dato añadido, tres meses antes, el 11 de junio, Fox obtuvo del Tribunal de la Rota la disolución de su matrimonio religioso con Lilián de la Concha, luego ya podía casarse por la iglesia con Marta Sahagún. En otro orden de cosas, en agosto Fox anunció la publicación para octubre de un libro de memorias titulado Revolution of Hope: The Life, Faith and Dreams of a Mexican President. El tomo, escrito conjuntamente con el consultor de relaciones públicas Rob Allyn –quien anteriormente había prestado sus servicios a George Bush en su etapa de gobernador de Texas-, seguía a otro libro autobiográfico aparecido en 1999, Fox a Los Pinos, donde el mandatario exponía su pensamiento político y sus visiones de México. Editado en inglés, aunque luego se traduciría al español, este segundo volumen iba a narrar, explicaba su autor, "algunos momentos difíciles" vividos durante el sexenio de gobierno. En unos extractos adelantados por el Washington Post, Fox, sin duda llevado por el resquemor que le habían producido las promesas incumplidas de Bush en materia migratoria, aparecía mofándose de su "amigo para siempre", al que retrataba como "el tipo más gallito que haya conocido en mi vida" y como un "cowboy de pacotilla" que hablaba un "vergonzoso español de escuela". Asimismo, el autor criticaba a Estados Unidos por haberse erigido "en juez, jurado y policía del mundo" después de los atentados del 11-S. (Cobertura informativa hasta 1/10/2007)

http://www.cidob.org/es/documentacion/biografias_lideres_politicos/america_del_norte/mexico/vicente_fox_quesada#3

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